Imperdibles Argentina
Por Pablo Santiesteban , 1 de abril de 2023 | 09:00Parapente BRC, en cielo de cóndores
Conoce cómo es sobrevolar Bariloche y el lago Nahuel Huapi a 600 metros de altura y quiénes realizan estos vuelos para turistas.
Le tengo miedo a las alturas. Esa sensación de estar ante una gran inmensidad y no hacer pie me resulta aterrador, realmente angustiante, más aún la caída libre.
Recuerdo haber estado en juegos de altura en parques de diversiones y sentir que la experiencia no fue grata en lo absoluto. Sentía que el simple hecho de esperar para subirme a una montaña rusa se hacía tedioso, la temperatura de mi cuerpo subía, me flaqueaban las piernas, sentía temblores y ya arriba me faltaba el aire junto a la odiosa sensación de vértigo, de total desamparo.
Pero volar en parapente fue distinto. Fue una sensación de libertad y felicidad que echó por tierra mis temores a la altura.
Siempre me llamó la atención lo del parapente. Veía en videos que despegaban casi como un avión, aunque después entendí que no era así la salida.
Me preguntaba cómo sería la experiencia y la curiosidad fue el primer factor que esgrimí para atreverme a vivir la experiencia. El segundo factor fue el fantástico paisaje del lago Nahuel Huapi y las montañas de Bariloche, en Argentina, un verdadero paraíso.
¿Cómo no sobrevolar sobre esa hermosura? Por eso cuando me preguntaron si quería vivir la experiencia dije que sí, aunque con inquietudes.
Al otro lado de la montaña
El cerro Otto es junto a Catedral y Campanario uno de los tres cerros que llaman la atención de los turistas que visitan San Carlos de Bariloche. Ese fue el punto de despegue para esta aventura.
Pablo Pontoriero y Marcos Green fueron los encargados de ponerme alas. Los dos tienen una experiencia de diez años manejando estos planeadores y hace seis años crearon la empresa Parapente BRC que ofrece a los turistas la experiencia de sobrevolar Bariloche en un parapente sentado en un sillín y a 600 metros de altura.
Para planificar los vuelos hay que contactarse con ellos con anticipación para ver qué día y horario es el más indicado, además de informar la altura y peso del pasajero, así como cualquier condición física, en especial si tienes miedo a las alturas.
Pablo y Marcos nos explican que para volar se depende totalmente de las condiciones meteorológicas, pues se necesita que no haya precipitaciones y sobre todo cierta intensidad y dirección de viento, por lo tanto, es posible que se suspendan o cambien los días y horarios de los vuelos. Por lo mismo el interesado debe disponer de flexibilidad para que aumente las chances de poder volar.
Otra recomendación es no comer algo muy pesado antes porque los nervios y la sensación de volar puede producir mareos en algunas personas por no estar acostumbradas.
Entre cóndores
¡Mirá allá los condores!, indica Pablo apuntando al cielo con un brazo.
Marcos, a su vez, dice que del lado donde estamos en el cerro Otto viven al menos tres cóndores y que sobrevuelan el mismo cielo que Parapente BRC.
Al mirar a las legendarias aves no puedo creer que dentro de unos minutos voy a estar volando con ellos.
El lugar del despegue está cerca del café giratorio, pero en una cancha con una pendiente de 45 grados y una carpeta anti deslizante, para que no caigas del cerro. A la altura se llega en un 4x4 y después se camina un sendero y se asciende por otro.
Lo primero que le hacen a un volador es ponerte un casco, guantes y el arnés donde posteriormente te conectarán al parapente con un mosquete. Mi esposa también volará y lo hará con Pablo y yo seré el pasajero de Marcos.
Cuando te ubicas en la pendiente y el viento agarra la vela del parapente, primero hay que dar dos pasos hacia atrás y después correr al menos tres pasos para ayudar al tripulante a agarrar vuelo.
Recuerdo que mi esposa estuvo cerca de 20 minutos en esa pendiente de 45 grados, esperando que apareciera el viento para despegar, con total tranquilidad y valentía y es que arriba del cerro uno está a merced del viento.
Cuando por fin llegó una ráfaga, levantó con fuerza la vela y mi esposa apenas dio un salto y ya estaba en el aire. Ahora me toca a mí.
Justo el viento se fue, esperé 10 minutos haciendo equilibrio en la pendiente. Me dieron nervios, pero al fondo se veía el lago, más esplendoroso que nunca, y eso me dio ánimo.
La ráfaga de viento levantó la vela, pero muy desordenada y hubo que arreglarla para intentar de nuevo el despegue, hasta que se sintió el impulso. El viento tira con fuerza hacia atrás, casi me vota, y Marcos me dice “¡corre!”.
Apenas doy un paso y ya estoy en el aire. En el suelo había unos turistas que ven mi despegue y me aplauden espontáneamente.
“¡Hasta tenés barra!”, bromea Marcos en pleno vuelo.
Libre como un ave
Estoy volando. El aire choca en mi cara, pero de manera suave. Ya me habían advertido que el vuelo se hace con gafas para protegerme la cara.
Marcos dirige bien el parapente y me dice que saque las manos del arnés y las ponga en el tirante. Luego hace un giro hacia el cerro y veo en el punto de despegue a mis acompañantes y resto de los turistas del porte de unas hormigas y agitando sus manos.
Luego veo el cerro Tronador y pienso que al otro lado está Chile, giramos y vemos las lagunas y el imponente lago Nahuel Huapi y de fondo más montañas. Mi nueva perspectiva del paisaje me hace pensar ¡Es una maravilla!
Mi sentido de la seguridad es el sillín en el que voy sentado, mientras mis manos van en el tirante. Marcos hace todo el trabajo y ahí mismo, a 600 metros de altura, empiezo a entrevistarlo sobre el parapente. ¡La entrevista más bizarra de mi vida!
Comenzamos a planear sobre la ciudad, veo las casas, las calles, los automóviles transitando, los árboles. Pero mis ojos vuelven a mirar hacia el lago y a sus islas.
Tras varios minutos comenzamos a descender y para ello Marcos se dirige a un sitio despejado, ubicada a los pies del teleférico del cerro Otto.
Bajamos a gran velocidad y Marcos me dice que levante mis piernas y que me deje caer sobre el sillín que tiene un amortiguador. Cinco minutos antes aterriza mi esposa. Mi aterrizaje es perfecto. Me río sólo de felicidad por la experiencia vivida. Me siento más vivo que nunca.
Me sacan el mosquetón que unía mi arnés al parapente y poco a poco comienzo a quitarme el equipo. Hablo atropelladamente, respiro emocionado, no me canso de agradecer a Marcos. Le doy un efusivo abrazo a mi esposa.
“¡Y eso que le tenías miedo a las alturas!”, me dice sonriente Marcos. Lo abrazo como si fuera fiesta de Año Nuevo.
Se acerca una pareja argentina. Nos dicen que están de aniversario de matrimonio y él le reservó una hora a ella para volar.
“¡Che, podrías haberme invitado a cenar y me traes a un parapente!”, le recrimina ella.
¡Mirá, ellos vinieron desde Chile a hacer esto y vos que ves todos los días pasar los parapentes cerca de la casa no lo vas a hacer!, la aleona el marido.
Ella comienza a hacernos preguntas a mi esposa y a mí sobre cómo es volar en parapente y nosotros, con la adrenalina a mil, le decimos que no lo piense mucho y que lo haga. Ella nos mira con una cara de “están locos estos”.
Después de esta aventura seguiré teniéndole miedo a las alturas y a la sensación de caída libre, sin embargo el parapente fue otra cosa. Fue volar seguro, en cielo de cóndores y respirando vida en cuerpo, mente y alma.
Parapente BRC realiza vuelos todos los días del año en Bariloche y para contactarlos se puede llamar a los teléfonos +5492944572276 y +5492944210446 o a través del Instagram @parapentebrc o visitando el sitio web www.parapentebrc.com.
Una experiencia única se vive todos los meses del año en los cielos de Bariloche.
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